El misterio de sus ojos, negros, profundos y brillantes, como la noche en el desierto, le cautivaban. Bajo la suave tela del vestido se intuía la vibración de su piel al respirar. Si tan sólo pudiera tenerla, hacerla suya. Pero, apenas tocó su pelo, ella se desvaneció en la bruma, como si nunca hubiera existido. Persiguió su recuerdo por toda la tierra. Sus pies cansados dejaron su huella en el polvo de los caminos. El viento arrugó su sonrisa y su pelo tomó el color del salitre marino. Poco a poco, con los años, olvidó su rostro y emprendió el camino a casa, viejo y cansado. Al llegar a su hogar, alguien salió de entre sus ruinas y él no supo quién era hasta que le devolvió la mirada. –Te he buscado una eternidad- Le dijo. Ella le sonrió –Si me querías, sólo tenías que pronunciar mi nombre.
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1 comentario:
Me ha fascinado, en pocas palabras has logrado hacer un relato excelente.
http://sietesirenasvasaquererpecar.blogspot.com/
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